Esquel

06 - Fiesta en la noche (sigue)

Abner Chamson
paciente de Ataxia de Friedreich
47 años (2017)


Cuando regresé a la carpa, era ese momento sagrado de la siesta, así que, si no quería llenarme de enemigos, tenía que mantener un silencio absoluto...

Aún no había comido nada, y aunque no tenía demasiada hambre, sabía que algo tenía que comer, o Pablo encontraría sólo un esqueleto al volver...

De modo que encendí un fuego, y cociné algo para almorzar, comí, fui hasta el río a lavar los utensilios de cocina, acomodé un poco la carpa, tomé un libro, y me fui a leer hasta la playa donde aproveché el sol que me mantuvo calentito toda la tarde mientras leía...

Cuando ya se hizo tarde y la luz era muy pobre, volví al campamento y nuevamente encendí el fuego. Cociné algo de arroz con salsa de tomates y cebollas y, después de cenar, me fui a dormir.

Pero había mucho ruido allá afuera, y era imposible dormir. Al parecer, por ahí cerca, había una fiesta, con una gran fogata que ardía, guitarras que entregaban sus melodías... ¿Me iba a quedar aburriéndome en la carpa mientras tan cerca había una fiesta que sonaba divertida? ¡Ni loco! Así que agarré una linterna, cerré la carpa y me fui hacia el ruido...

Cuando llegué, guiado por el ruido y el resplandor que se desprendía de la hoguera, me encontré con que había bastante más gente de lo que había pensado. Algunos, arrancaban melodías de sus guitarras, otros, acompañaban batiendo palmas, otros bailaban, y todos cantaban, algunos bien, otros, francamente desafinaban, aunque a nadie le importaba...

Me senté en el suelo, frente a la fogata, y sólo cuando comenzaron a cantar una canción que conocía, comencé a relajarme y sentirme más cómodo... Poco a poco, iba dejando de lado mi timidez, y, si acaso había comenzado cantando en un susurro inaudible, ya no intentaba esconder mi voz... Había venido a divertirme, y me propuse disfrutar la fiesta al máximo, y, si no podía bailar, al menos cantaría; y si le molestaba a alguien, SU PROBLEMA...

En eso estaba cuando, de pronto, una voz detrás de mí:

- ¡Hola! No te había visto antes, ¿acabás de llegar?

Me di vuelta para descubrir la procedencia de esa voz, una voz tan dulce, tan suave, tan hermosa... Y no me hubiera sorprendido si descubría que un ángel me estaba hablando...

Entonces la vi: bueno, si en un principio me había sentido encantado por su voz, ahora estaba petrificado, francamente, no podía creer que pudiera existir algo tan bello en la Tierra...

Cabellos dorados, casi transparentes, ojos verde-azulados...

Pensé por un momento que estaría soñando y esperé despertarme en cualquier momento. Pero no fue así, y, para que no me quedaran dudas de la realidad del asunto, comenzó a hablarme nuevamente. Acaso creyó que no la había escuchado, ya que no había respondido nada... Seguramente iba a preguntarlo de nuevo, pero no lo hizo, dado que, en realidad, ya conocía la respuesta. En cambio, continuó:

- Me llamo María, ¿y vos?, preguntó mientras se sentaba a mi lado.

- Abner, fue todo lo que logré decir (y aún así, ni siquiera sé si salió algún sonido de mi garganta).

De repente, el aire vibró al ritmo de “POPOTITO’S”, ella saltó como un resorte, me tomó de las manos, y me preguntó si quería ir a bailar con ella...

Seguro que quería, ahora poder... Y no sabía exactamente como decírselo. ¿acaso simplemente con la verdad? Era la única que se me ocurría, así que le dije y me decidí a esperarla a que regresara...

Pero me dijo que ya había bailado ese tema tantas veces, que de seguro no se iría a morir si no lo hiciera entonces...

Estaba realmente feliz, tanto que todo el mundo que nos rodeaba desapareció, la fogata, la música, las personas, todo... todo excepto ella.

Volvió a sentarse a mi lado y seguimos nuestra conversación mientras allí afuera, en algún lado, había una fiesta.

Me contó que vivía en Córdoba, con sus padres, estudiaba arquitectura, había venido de vacaciones a acampar con sus amigas y estaba fascinada con los paisajes de la región.

Llegó mi turno y le conté que vivía en Buenos Aires, estudiaba ingeniería, y como había ido a parar ahí, sin mis amigos.

Pasamos entonces a nuestros hobbys, qué nos gustaba, qué no; y descubrimos una pasión que nos era común a ambos: los dos dábamos gran importancia al cuidado de nuestro cuerpo y la salud mediante el entrenamiento regular y una nutrición adecuada. ¿Cuánto tiempo estuvimos hablando? Me pareció que apenas un ratito; pero cuando volvimos al mundo real, estábamos completamente solos, no había más música, casi se había terminado el fuego...

El silencio hubiese sido total de no ser por el canto de los pájaros...

¿Pájaros que cantan de noche? ¿Dónde se ha visto? No, éstos no eran pájaros de ciudad, no cantaban de noche, sólo que ya estaba amaneciendo...

Fue entonces a su carpa, para tratar de dormir un rato. La acompañé, y luego me fui hasta la playa para ver la salida del sol, recostándome sobre mi espalda, sin sentir el más mínimo cansancio de una noche de insomnio...

El sol ya estaba bastante alto cuando me desperté. Miré entonces mi reloj: las diez de la mañana. Me había quedado dormido allí, sobre las piedras, y por cierto este no es el más confortable de los colchones. El dolor de espalda era francamente insoportable. Gracias a algunos ejercicios de elongación y flexibilidad logré relajar un poco los músculos de mi espalda y alivié algo el dolor. Cuando pude ponerme de pie y caminar nuevamente, volví al bosque donde se hallaba mi carpa, y me di cuenta que seguramente todo el mundo había estado en la fiesta ya que no había ningún alma despierta todavía.

No quise ir a dormir ahora, y decidí volver a la playa, encender el fuego y tomar algunos mates, con la esperanza de volver a ver a María cuando despertara. Era ya más del mediodía, y aún nadie había aparecido... Fui hasta la carpa, tomé la cámara de fotos, y me fui a dar una vuelta por los alrededores.

En la playa, vi un montón de bandurrias. Algunas en el agua, otras en tierra, a mi alrededor, por todos lados, y metiendo un batifondo...

Seguramente estaban celebrando que tenían toda la playa para ellas...

Entonces, a lo lejos, un relincho. Miré hacia el lugar de donde provenía y vi una tropilla de caballos salvajes. Al acercarme, descubrí algunos negro azabache, otros completamente blancos, algún malacara, un par té con leche, la mayoría blancos con manchas marrones, negras o rojizas... Eran tan hermosos, y en todos ellos se hallaba ese toque de belleza especial que no se puede describir: LA LIBERTAD.

Cada vez que trataba de acercarme, ellos se iban un poco más allá, y así me fueron llevando bastante lejos de la carpa.

De pronto oí el canto de un pájaro. ¡Qué dulzura, qué suavidad, qué melodía, qué hermosura! Jamás lo había oído antes, y quise conocer a su autor. Fui hasta el lugar de donde había venido con la esperanza de que se repitiera, jamás lo hizo, el pájaro había desaparecido para siempre y nunca volví a oír ese bello canto...

Hoy me pregunto si el pájaro habrá existido realmente, o sólo fue un figmento de mi imaginación.

Volví para la carpa, y María volvió a mi mente, y súbitamente sólo quise estar con ella nuevamente. Apuré el paso de regreso pensando que podría hallar a María en su campamento, de modo que tomé un desvío que me hiciera pasar por delante de su carpa...

Pero su carpa había desaparecido, el lugar donde esta mañana había dejado a María, ahora estaba vacío, y de pronto, ese hermoso canto me volvió a la mente...

¿No sería María también una mera fantasía? Jamás lo sabré...

Abner