Esquel

09 - Mi último día solo (sigue)

Abner Chamson
paciente de Ataxia de Friedreich
47 años (2017)


Al día siguiente, debían ser más o menos las nueve cuando me desperté, tomé el desayuno, agarré mis cosas, y me fui rumbo a la aventura... Ni idea donde iba, sólo iba...

Caminé cerca de una milla bordeando el lago hasta que unas enormes rocas bloqueaban el camino. A la izquierda, el agua helada y profunda... pasar por allí, ¡ni pensarlo!. ¿Y por arriba? Cuando me crezcan alas lo podré intentar...

La única era entonces adentrarse en el bosque para seguir. Eso fue lo que hice... bah, lo que intenté hacer porque al bosque me adentré, aunque casi me pierdo y mucho que digamos no seguí.

Bueno, no debería decir ‘casi’, pongamos todas las letras, me perdí completamente. Pronto dejé de ver el lago y dada la similitud entre un árbol y su vecino, me desorienté totalmente, caminaba, y no tenía ni idea de hacia donde estaba caminando. Así, estuve caminando sin rumbo por más de dos horas hasta que de pronto oí el inconfundible murmullo de un arroyo...

¡Ah! ¡Qué sonido delicioso! ¡Era como un arpa dorada para mis oídos! Pronto encontré ese     arroyito que me guiaría de nuevo hacia el lago... Lo seguí, y enseguida llegué al lago. No tenía ni idea de que siempre había estado tan cerca.

Y esas rocas que me habían obligado a semejante desvío, ahí estaban, al alcance de la mano. Apenas si había avanzado unos diez metros en estas dos horas y pico. Seguí caminando por la costa hasta que oí el ruido del motor de un auto.

Allí el camino pasaba bastante cerca del lago y decidí que ya había tenido bastante de esa aventura y que tenía ganas de volver a la carpa. Así que, esperando que algún alma caritativa se apiadara de mí y me llevara hasta el campamento, me fui hasta el camino e hice dedo. En menos de una hora ya estaba en el campamento de vuelta.

Estaba cansado, aunque sobre todo, estaba famélico; ya eran más de las tres de la tarde y no había probado bocado en las últimas cinco horas...

Recién después de apaciguar a esta fiera con una suculenta comida de fideos con salsa, tuve tiempo para pensar en mi cansancio. Ni loco pensaba encerrarme en la carpa durante el día (un día espléndido por otra parte) para dormir una siestita...

La siestita era no negociable, y si no me decidía rápido, me quedaría dormido ahí mismo...

Fui a aquella playita solitaria que había descubierto el día que Pablo se había ido (MI playa)...

Pero ya no era mía sólo. Unos intrusos bastante ruidosos (los enemigos) se habían instalado. Busqué un lugar tan alejado de ellos como fuera posible y me instalé. Pero ningún lugar estaba lo suficientemente alejado como para no oír sus rebuznes y sus carcajadas sin gracia... Finalmente, en un supremo esfuerzo logré quedarme dormido, y cuando desperté, ya se habían ido.

Ya se estaba haciendo algo tarde, y sería mejor que yo también me fuera, o mis amigos llegarían a la carpa y, de no encontrarme, no quiero ni imaginarme lo que podrían llegar a pensar. Mejor evitar toda causa de
preocupación, así que me fui para el campamento,  y como no habían llegado aún, les dejé una nota diciendo que iba hasta la desembocadura del río a pescar, tomé el equipo de pesca (una lata de duraznos,  el cordel, y una cucharita) y me fui, obviamente a pescar...

Obviamente, obviamente... lo único que era obvio es que no pescaba nada, pero por lo menos me entretenía durante la espera.

No tuve que esperar más de media hora para verlo aparecer a Silvio descalzo, vadeando el río con resolución, mochila al hombro y sus borceguíes colgando a ambos lados del cuello.

- ¡Hola Abner! ¿Cómo andás? ¿Qué hiciste estos días? ¿Qué estás haciendo? ¿...?, me fusiló a preguntas, y sin siquiera darme tiempo a que empezara a responder a alguna de ellas, se acordó de su fastidio y siguió: ¿Y qué c... te pasó que no fuiste? Te estábamos esperando y nos preocupó sobremanera que no llegaras, máxime que no teníamos absolutamente nada para comer y contábamos con las provisiones que traerías...

- Sí, eso me temí, pero no conseguí obtener un boleto para el fin de semana, y no pude hacer nada, tuve que quedarme aquí... Pero, ¿y vos, por qué viniste solo? ¿Pablo y Roberto? No les pasó nada, ¿no?

- No, para nada. Vinimos los tres juntos, pero al llegar al río, para no vadearlo se desviaron hasta el camino para cruzar por el puente... Yo, después de caminar todo el día, me negué a dar tres pasos de más, y sin dudarlo, me saqué las botas y tomé el camino más directo vadeando el río por su parte menos profunda.

Fuimos al campamento y ya estaban llegando Pablo y Roberto, quienes de inmediato tuvieron una reacción similar a la de Silvio y quisieron saber qué me había pasado.

Entonces, mate de por medio, les conté todo lo que me había pasado desde que los dejé hasta ese momento... Bueno, no todo, algunos detalles me los guardé para mí y recién ahora te los estoy contando...

Abner