Esquel

11 - Los últimos días I (sigue)

Abner Chamson
paciente de Ataxia de Friedreich
47 años (2017)


A las nueve y media de la mañana siguiente, nos levantamos, tomamos el desayuno y salimos a juntar leña. Fuimos por la playa juntando cada tronquito que nos parecía podría servir para hacer fuego y lo llevamos al campamento, lo dejamos y salimos de nuevo.

Cerca de donde estábamos parando, había un sitio donde se podían encontrar pinturas rupestres y otros restos aborígenes, y decidimos visitarlo. Así que fuimos, tomando un sendero que nos apartaba del camino, hasta que llegamos a una tranquera, que no estaba cerrada, la pasamos, y llegamos hasta donde estaban las pinturas que no eran muy visibles y si no hubiésemos sabido que allí estaban, observando con muchísima atención, ni las veíamos...

Pero claro, no hay que olvidar que ellas están ahí desde hace unos cuantos miles de años... (a la memoria me vino una anécdota de unos años antes cuando, de vacaciones con mis Padres en La Pampa, sobre una roca con pinturas rupestres, encontramos que un energúmeno había hecho un graffiti con alquitrán tapando algunas pinturas y que decía “MOLINA 1940”... lo gracioso del caso era que este graffiti, de menos de 50 años, ya iba acusando el paso del tiempo, haciéndose casi transparente por partes, donde volvían a aparecer aquellas pinturas que habían estado por tantos miles de años y seguramente allí seguirían por otros miles de años después que desapareciera completamente el alquitrán y todo rastro de este dinosaurio moderno...)

Seguimos por el sendero, esperando encontrar algo nuevo, pero nada, el sendero volvió a un punto por donde ya habíamos pasado, y nada nuevo... Nos apartamos un poco del mismo y empezamos a trepar por una colina. Al llegar a la cima , ante nuestros ojos se extendió un magnífico paisaje, con el azul intenso del cielo, el blanco de las cimas nevadas, el gris, el marrón y el verde de las laderas que rodean al lago, y los distintos tonos de azul-verdoso de sus aguas...

Igual, no nos quedamos allí demasiado tiempo, apenas el necesario para tomar un par de fotos. No podíamos más del hambre y salimos corriendo hacia el campamento para cocinar algo, almorzamos, y después de lavar los platos y acomodar un poco las cosas en la carpa, nos fuimos a la playa a tomar un poco de sol.

Ya era algo tarde y éste no calentaba ya mucho que digamos, así que no nos quedamos mucho tiempo allí... Salimos a caminar un poco por la playa para recorrer un poco antes de que oscureciera... Llegamos hasta una pequeña bahía donde unas enormes rocas nos cortaban el camino. Pablo me dijo que
esperase allí mientras él se fijaba que había más allá. Al rato volvió diciendo que más allá de las rocas había otra bahía, mayor que la primera, pero que sería imposible sortearlas ya que se adentraban en el agua, siendo muy lisas y resbalosas y si no tenía ganas de nadar, mejor ni lo intentara.

Hay que decir que la perspectiva de terminar con ropa y todo sumergido en el agua fría no era demasiado alentadora, y no me llevó demasiado descartarla y convencerme de que lo mejor sería apartarnos del lago y rodearlas para seguir hacia la otra bahía... Pero al día siguiente, porque ya se estaba haciendo tarde y nos estaba agarrando hambre.

De vuelta en el campamento, encendimos el fuego para preparar algo de comer, y, entre que comimos, nos quedamos charlando, jugando a las cartas y tomando mates, pasaron más de cuatro horas y, ya con todas nuestras reservas de leña agotadas, el fuego se fue apagando, y ya se hizo la hora de ir a dormir...

Abner